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Dic
09

te sobra aceite?

La cultura griega y la «cultura» de los helenistas
La cuestión que enardecía el corazón del pueblo durante los días previos a la rebelión de los [1][1]jashmonaím y los dividía en dos bandos –los «jasidim» y los [2][2]»mitiavnim»— tenía que ver con las costumbres y la lealtad a las leyes religiosas. La aspiración de los mitiavnim a imitar el estilo de vida griego en cuanto al lenguaje, la vestimenta y las normas de vida, era vista por los jasidim como un desprecio por las leyes, una actitud de libertinaje, depravación y sometimiento del judaísmo.
Hoy en día, reconocemos en el legado griego una cultura espiritual elevada, que estableció creaciones artísticas y valores morales perennes. ¿Cómo es posible que una cultura tan extraordinaria a los ojos actuales fuera interpretada llanamente como inmoral?
Podemos encontrar una respuesta parcial en el hecho de que los datos que poseemos sobre aquella época de la historia de Israel provienen de un solo lado, el de los jasidim. Pero esto no basta; el argumento principal es que presumiblemente existía una diferencia entre la cultura griega tal cual era en su territorio de origen, en Grecia misma, y su versión en Oriente. Esta última era una cultura desconectada de su patria, una cultura de personas que habían sido desterradas de su pueblo y su sociedad, elevando su rango al asumir el gobierno de un mundo conquistado. En la Tierra de Israel, esa cultura helenística era potestad de una pequeña élite, que no había surgido del propio pueblo sino que se sostenía en fuerzas extranjeras gobernantes.
En consecuencia, podemos decir que la lucha de los jasidim no iba en contra de la cultura extranjera griega per se, sino contra la helenización «levantina» de hermanos helenizantes, que aspiraban a imitar la cultura de Grecia en su versión degradada y colonial.
Encuentro entre culturas – o imposición de una cultura extraña
¿Acaso un encuentro intercultural es censurable en sí mismo? ¿Podemos acaso justificar la posición de los jasidim que rechazaban dicho contacto? ¿No había en esta influencia algo que pudiera enriquecer los valores del judaísmo? ¿Acaso en nuestros días no hacemos esfuerzos intencionados para crear puntos de encuentro y contacto entre nuestra cultura y otras diferentes? Más aun, ¿no consideramos estos intentos como positivos, como fuente de beneficio mutuo?
La respuesta es afirmativa, sólo que en el encuentro intercultural Israel – Grecia de aquellos días no había fusión de culturas o una influencia positiva sino la imposición de una cultura a un pueblo poseedor de una cultura diferente.
Una influencia extranjera puede resultar beneficiosa y jugar un papel importante en la vida de un pueblo cuando opera libremente, y la reacción que genera ocurre, a su vez, en un marco de libertad – cuando la población que recibe la influencia es soberana, vive en su entorno natural, en su ambiente, su culto y su sociedad. En tal caso, se recibe la influencia extranjera de una manera tal que puede fusionarse y ser combinada con la fuerza creativa propia.
Pero en el caso en cuestión, no hubo un contacto libre entre culturas paralelas e independientes, sino un encuentro entre una cultura con poderío político y gubernamental extraordinario, y otra cultura de un pueblo pequeño, falto de un Estado y estamentos políticos independientes. El ascenso social de los helenistas dependía de su inserción en el sistema de gobierno extranjero, en tanto delegados del mismo ante la población judía. La rebelión de los jashmonaím fue, así, una demostración de poder de autodeterminación irrebatible, por lo cual perduró en la vida del pueblo como un símbolo: una minoría valiente contra una mayoría débil de espíritu. Actualmente hay quienes ven en la rebelión hasmonea un acontecimiento decisivo en el devenir del pueblo: de no haberse rebelado aquel kohen de Modiín, tal vez la creación espiritual judía se habría perdido por completo.
¿Fue aquél tan sólo un episodio pasajero, o el eslabón de una cadena?
Extraído de Hafalopedia, vol. 3, Ed. Yediot Aharonot, Israel, 1995,

Sobre una versión original de «Dapei ezer lemadrij tojniot limsibot vesijot bitnuat noar», editado por la Histadrut HaTzionit, Jerusalén, 5716.



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