Mandela
Reflexiones a veinte años de su liberación
Por Lic. Rafael Winter (Rufo)
“Los logros de nuestra nación renovaron la esperanza del mundo en que todos los conflictos, cualesquiera sea su gravedad, puedan ser resueltos”. Nelson Mandela, 16/06/1999.
Hace un par de semanas, 11 de febrero, Sudáfrica celebró los veinte años de la liberación de Nelson Mandela, el más conocido exponente de la lucha contra el apartheid. Ese día debiera haber sido festivo no solo para Sudáfrica sino para la humanidad civilizada.
Mandela fue el líder de su país en el enfrentamiento contra un régimen perverso. Por todos los medios posibles, primero no violentos, luego lucha armada, combatió al mismo hasta que finalmente fue encarcelado por sus actividades. Larga fue su condena. Duró veintisiete años. Pasó un total de diecinueve en la isla–cárcel de Robben y ocho en la prisión de Pollsmoor. Vivió, si a eso se le puede llamar vivir, en las peores condiciones posibles más allá de que la opinión pública y la presión internacional lo “sostenían”. Sobrevivió. Solo Dios sabe como. Ejemplo de resistencia física y moral.
Las circunstancias de aquella época en Sudáfrica y en el mundo, la presión internacional que había aislado al país, entre otros factores, posibilitaron la liberación de este hombre quién ya desde hacía años era considerado como un ícono, símbolo de la lucha contra la segregación racial.
Mandela fue durante décadas, ya sea como hombre “libre”, (es un decir) ya sea obviamente en la cárcel, víctima del racismo. En un país de amplia mayoría negra. Lo que significó en la práctica para él y millones como él destrato, humillación, sumisión obligatoria, discriminación de todo tipo, esclavitud y para miles de sus congéneres la muerte. Régimen oprobioso y denigrante.
El sistema del apartheid, aunque aún quedan secuelas, ha caído. Pero el racismo aún no. Debemos seguirlo combatiendo. No solamente los negros. Todos. También nosotros los judíos. Porque la discriminación contra quien sea debe ser enfrentada por todos, no solamente por las víctimas directas de dicha discriminación.
A la salida de Mandela del infierno donde pasó más de un cuarto de siglo, le siguió un período de transición, luego del cual se realizaron elecciones libres, con Mandela como uno de los candidatos. Como era previsible triunfó por una gran mayoría con el 64% de los votos.
Para terminar con el apartheid y llegar a elecciones libres hacía falta, además de Mandela y la presión internacional, que también entre la población blanca surgiera un político, más bien un estadista de excepción. Apareció en la persona de Frederick De Klerk, presidente de Sudáfrica en aquellos previos y decisivos momentos de la liberación de Mandela. De Klerk fue demoliendo los cimientos principales del apartheid uno tras otro, hasta llegar lo máximo posible a una situación de normalidad.
Más allá del sentimiento que De Klerk pudiera haber tenido (solamente él lo puede saber) se comportó como un líder realista. Se dio cuenta, por las razones que fuera, que el apartheid no daba para más y había que destruirlo gradualmente hasta sus raíces. Realismo político. A la larga social y humano. Fácil no le fue pero lo llevó adelante. Esto me hace reflexionar sobre otros conflictos contemporáneos, algunos de los cuales nos llegan muy de cerca, que aún no han sido solucionados, no solamente por su complejidad sino entre otras razones, por falta de realismo político.
Mandela, años después de su liberación fue electo presidente. Como dijimos, por amplia mayoría. Podría suponerse que, a partir de su mandato inauguraría la era del “revanchismo” contra los blancos. Pero no: aunque es de suponer, por lógica, que los más fieles partidarios del apartheid no hayan conservado su status, en términos generales Mandela fue tendiendo puentes de reconciliación. De no haber sido así la situación podría haber generado una guerra civil. Mandela era realista. En Sudáfrica había (y sigue habiendo) una mayoría negra y una minoría blanca. Pero todos necesarios para recomponer a la nación. Obviamente todo esto no significaba que el racismo desapareciera de la noche a la mañana.
De Klerk, citado anteriormente, fue derribando previamente los cimientos del régimen en el marco constitucional. Seguramente el prejuicio, la idea del racismo, el racismo “social” sería más difícil y más lento de derribar. Y aunque en menor medida que antes, sigue existiendo en el país. Contra ese racismo la lucha será más ardua y prolongada. Pero en esa lucha que va más allá de Sudáfrica, debemos estar todos.
Y este intenta ser precisamente el mensaje de nuestro artículo. Contra la discriminación, intolerancia, odio, prejuicio, racismo, antisemitismo debemos estar todos juntos. No unos adelante y otros atrás: todos en la misma fila. La lucha por los derechos de unos debería –debe-ser la lucha a favor de todas las minorías discriminadas y perseguidas. En cualquier circunstancia y lugar. Quienes hemos sido y aún somos víctimas de la intolerancia en cualquiera de sus formas, debemos tenerlo siempre presente.
Mandela, ya nonagenario, hace tiempo que ha pasado a la historia como un paladín en el combate por la libertad, contra el racismo y la segregación. Su lucha lo ha transformado en un ícono. Uno de los personajes más emblemáticos del siglo que pasó. Él también debe servir para todos nosotros como fuente de inspiración, para esta generación y las que vendrán.
Por Lic. Rafael Winter (Rufo)
(publicado en semanario hebreo – 25-10-09)
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