Archivo de 21 de enero de 2010

21
Ene
10

día de la shoá

Ciudad1
Un espacio verde en memoria de las víctimas del Holocausto
El Gobierno de la ciudad de rendirá homenaje el próximo 26 de enero a las víctimas del Holocausto con un acto simbólico que se celebrará en la Plaza de las Naciones Unidas, en avenida Figueroa Alcorta y Austria, en el barrio de Recoleta.
En la oportunidad, a partir de las 17.30, se procederá a plantar seis árboles en memoria de los más de seis millones de personas masacradas por la política de aniquilación y exterminio de los judíos que llevó adelante el régimen nazi.
Con esta ceremonia la ciudad de Buenos Aires se suma a la conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto que fue establecido en 2005 por las Naciones Unidas para recordar a las personas asesinadas y prevenir actos de genocidio en el futuro.
La fecha evoca los sucesos históricos ocurridos en 1945 cuando el ejército soviético ingresó en Polonia y liberó el mayor campo de concentración y exterminio que montaron los nazis en Auschwitz-Birkenau.
El acto será encabezado por el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli, y por el director de Relaciones Institucionales de la comuna, Claudio Avruj, y contará con la presencia de dirigentes de la comunidad judía y de amigos y familiares de sobrevivientes de la Shoá.
21
Ene
10

Detrás del antisionismo hay antisemitismo (C.L)

Celebra el 25 aniversario de «shoah»
Claude Lanzmann: «Detrás del antisionismo hay antisemitismo»
22 Enero 10 – J. Ors – Madrid -la razón
últimos testimonios Claude Lanzmann estrenó en 1985 «Shoah», un excepcional documental sobre el Holocausto
El Círculo de Bellas Artes exhibe el magno documental del director francés, que dura nueve horas, en una retrospectiva dedicada a su obra.
Llega tarde y enfadado. Lanzmann no disimula su desencanto. Parece que la copia escogida de «Shoah», su extenso y célebre documental sobre el holocausto, no resulta precisamente de su agrado, o, al menos, en su inicio. Quizá por eso, considera que hay preguntas que no merece la pena contestar porque, sostiene, ya están solucionadas en su película, mientras otras, piensa, resultan demasiado extensas para entretenerse con ellas y responderlas en el espacio de unos pocos minutos. Sin duda, no resulta el día más oportuno para acercarse y hablar con el director francés, reacio ayer a la conversación. Pero hay que intentarlo. El Círculo de Bellas Artes de Madrid y la Casa Sefarad se han esforzado mucho para ofrecer una retrospectiva de su obra, compuesta, entre otros títulos, y aparte de «Soah», que se proyecta en el Círculo el día 31 sin cortar, por «Tsahal» (que dura 316 minutos y se emite íntegra el 22), un retrato del ejército israelí; «Pourquoi Israël», un documental sobre la vida cotidiana de ese país 25 años después de su fundación, y «Sobibór», que realza cómo un puñado de prisioneros judíos del campo de Sobibór, se rebeló contra los oficiales nazis el 14 de octubre de 1943. Pero es la proyección de «Shoah», que este año cumple su 25 aniversario, la que acapara toda la atención del público. «¿La responsabilidad del Holocausto? –repite–, bueno, el antijudaísmo es muy antiguo. Comenzó con los misioneros cristianos cuando dijeron que no podían vivir con nosotros los judíos; luego en 1492, cuando a esa sentencia se sumó su marcha de España, y, por último, el nazismo, cuando concluyó que los judíos no podían vivir. Es progreso, si se fija. Primero hay una conversión obligatoria; después una expulsión y por último un exterminio. Si queremos buscar una responsabilidad nos podemos remontar hasta muy lejos en el tiempo pero, desde luego, fueron los nazis los que inventaron algo nuevo». Lanzmann, sentado en un sofá junto a una ventana azul de una cafetería, tarda en terminar las frases. Las deja suspendidas en el aire antes de añadir la palabra final adecuada. Evita descubrir los secretos y entresijos que rodearon la grabación de su mítica cinta, aunque lo ha contado ya en un libro que próximamente, en enero de 2011, publicará la editorial Seix Barral: «La liebre de Patagonia».
Grabaciones ocultas
Un volumen en el que narra todos los percances y problemas que tuvo que afrontar durante los doce años que duró la realización de esta película o, por ejemplo, las artimañas y tretas que utilizó para registrar, sin que se percataran ni dieran cuenta de ello, a los soldados del ejército alemán con los que se entrevistó y que custodiaban los campos de concentración y de exterminio que, como él recalca, no es lo mismo. «Lo que proponen los nazis –explica a continuación de una manera más distendida– es la solución final, porque los muertos no vuelven. El pueblo alemán se adhirió en su conjunto a esta solución final. Sólo unos pocos héroes se resistieron, pero pagaron con sus vidas su postura». Lanzmann no es ajeno a las reacciones que provoca la política internacional que ejerce Israel en Oriente Medio. Por eso afirma que «sí, el conflicto que mantiene en estos momentos influye y aumenta el antisemitismo, pero no lo justifica. Detrás del antisionismo hay antisemitismo. Se hace una lectura especial de los acontecimientos de la relación entre Israel y Palestina. En España se interpreta siempre en contra de Israel todo lo que sucede», puntualiza el cineasta.
Una vida no tan bella
Lanzmann se mostró muy crítico con algunas interpretaciones que el cine ha hecho del Holocausto. «La vida no fue bella», asegura respecto al filme de Benigni; «Spielberg es un gran realizador, pero no ha reflexionado lo suficiente sobre la relación entre el exterminio y el cine», asegura respecto a «La lista de Schindler». Resulta más estremecedor cuando explica el nombre de esta película: «Lo que hicieron los nazis era algo innombrable, inédito. En la Tora aparece la palabra «Shoah» para referirse a las catástrofes como la de Haití. Es incorrecta para el exterminio, pero yo no sabía hablar hebreo y me resultaba una palabra opaca. Y eso es lo que quería, que la gente no entendiera el significado. Ahora la palabra ha pasado a otras lenguas y significa “cosa”».
Claude Lanzmann, que definió su cinta como una mezcla de «policiaco, investigación criminal y western en determinados momentos», aclaró que el genocidio que encabezó el Tercer Reich fue el crimen perfecto: «No había cadáveres en los campos. Asesinaban a los judíos a las dos o tres horas. Los huesos que no se incineraban eran machacados y después sus restos eran esparcidos en la corriente de los ríos y de los lagos. Era el crimen perfecto porque no dejaban huellas. Era la destrucción del crimen mismo», aseguró.
21
Ene
10

Reconstrucción sin Re

Por BBC Mundo, 21/01/2010
Haití: el desafío de empezar de la nada
«Reloj en medio de los escombros del terremoto de Haití»
El terremoto dejó uno de los peores escenarios para la reconstrucción en Haití.

Mientras que la ayuda humanitaria empieza a llegar a los afectados por el terremoto en Haití de la semana pasada, la comunidad internacional contempla la inmensa tarea que está por venir: la reconstrucción.
El reto es abrumador y mientras unos expertos confían en que la experiencia ganada en casos anteriores resultara en soluciones, otros apuntan que el caso de Haití es excepcional.
Las tareas de desescombro continúan y el recuento de víctimas no se ha cerrado. La semana pasada se encontró bajo los escombros un autobús con 17 cuerpos.
En Perú, la palabra reconstrucción sigue estando muy presente. Los ciudadanos de Pisco, Ica y Chincha, las ciudades más afectadas por el terremoto de 7,9 grados en la escala de Richter que sacudió al país en agosto de 2007, se quejan de que todavía hay más de 10.000 familias viviendo en casas provisionales.
Las postales que se narran desde el país caribeño reflejan el caos en el que se encuentra sumido.
A pesar de ello, la directora de Save the Children, Jasmine Whitbread, quien participó en las tareas de asistencia tras el tsunami asíatico del 2004 y el sismo en Pakistán del 2005, opina que no hay razón para el desaliento.
En conversación con la BBC, Whitbread recordó que los primeros días después de la tragedia en la provincia indonesia de Aceh, la situación era igual de caótica en Aceh, tanto en términos de personas afectadas como de muertos y de falta de coordinación.
Cinco años más tarde, la situación ha cambiado por completo.
Un hecho que constató la corresponsal de BBC en Indonesia, Karishma Vaswani, quien señala que es difícil creer que algo tan terrible hubiera pasado en Aceh.
Queda en el recuerdo
La operación del rescate para aliviar los efectos del tsunami fue la de las mayor desde la Segunda Guerra Mundial.
La huella del tsunami, que barrió parte de Indonesia y que acabó con la vida de más de 150.000 personas, se ha borrado de las calles, aunque no de la memoria de la gente, gracias a las labores de reconstrucción.
Además, el trágico evento puso fin a décadas de conflicto entre la provincia y el gobierno indonesio y la economía de Aceh ha empezado a repuntar.
Es por ello, señala Whitbread, que «no sólo es importante saber qué se va a hacer en las primeras semanas sino también a largo plazo».
No obstante, no todos los casos son tan exitosos como el indonesio.
Perú y Pakistán, la cruz de la moneda
El panorama es muy diferente al trasladarnos a Pakistán y Perú, que continúan recuperándose tras varios años de haber sido sacudidos por terribles terremotos.
La provincia de Muzzaffarahad en Pakistán sufrió un sismo en 2005. 79.000 personas murieron y 3.000.000 millones de personas perdieron su hogar.
El corresponsal de BBC, Aleem Macqbol, cuenta, que cinco años más tarde, todavía hay gente que vive en tiendas de campaña y miles de personas no han podido volver a sus hogares.
Según el corresponsal de la BBC, Dan Collyns, los chivos expiatorios del incumplimiento de promesas son la ineficiencia y la burocracia, y la corrupción de los funcionarios.
Mientras que los alcaldes aseguran que no han recibido ni un peso del gobierno central, la entidad que el gobierno central creó para articular el proceso asegura que la lentitud responde a las deficiencias en la elaboración de los proyectos, a cargo de las municipalidades.
El contraste ilumina
Pero es paradójicamente el caso más diferente al de Haití el que mejor ilustra cuáles son sus problemas.
El más reciente terremoto devastador ocurrió en Italia en abril de 2009, dejó 300 muertos y 50.000 familias sin hogar.
En cuestión de tres horas los equipos de rescate ya habían empezado su tarea y en siete meses todos los afectados ya estaban realojados.
El corresponsal de la BBC en la península itálica, Dunkan Kennedy, explica que esto se debe a tres razones principales.
Italia es un país con poder económico, que cuenta con los medios para hacer frente a una catástrofe natural; el gobierno no sólo tenía la voluntad política sino que también supo coordinar la situación y, por último, los organismos de Protección Oficial estaban preparados para hacer frente a un desastre de estas características.
Haití no cuenta con ninguna de estas ventajas.
Reconstrucción sin Re
La nación caribeña es uno de los más pobres del mundo, por lo que no cuenta con recursos propios para empezar una reconstrucción inmediata.
A pesar de que la isla ha pasado por más de 65 desastres naturales en las últimas dos décadas, no cuenta tampoco con un equipo de rescate adecuado. Encima, varios de los expertos internacionales y locales que trabajaban en el país perecieron bajo los escombros.
Además, carece de un gobierno capaz de controlar la situación. «El gobierno de Haití no se encuentra en posición para coordinar. Se tiene que crear una estructura conjunta que se encargue de tomar las decisiones», afirma Paul Collier, profesor de Economía de la Universidad de Oxford.
Collier formó parte del grupo de Expertos de la ONU que desarrolló el plan de recuperación social de Haití que se estaba implementando antes de que ocurriera el terremoto. Ese trabajo también fue una víctima del sismo.
Cuando habló con la BBC, resaltó que «la frase que se usa constantemente es que Haití tiene que volverse a levantar, el problema es que Haití no estaba de pie antes del terremoto».
«Haití se encuentra en un nivel distinto al de los casos de Pakistán e Indonesia -señaló-. La reconstrucción no es suficiente. Como dijo Bill Clinton, se trata de transformar la sociedad. Hay que intentar llevar a Haití a un punto del que nunca partió».
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«Edificio colapsado»

(fuente msn noticias)
21
Ene
10

RECUERDA EL MUNDO LA SHOÁ… Misterios de Auschwitz

Jueves, 21 de enero de 2010- PÁGINA12
Misterios de Auschwitz
El miércoles próximo se cumplen 65 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. Las reflexiones imborrables de Primo Levi plantean por qué los hombres pueden “querer no saber”, por qué los que iban a la muerte no se rebelaban, por qué los que se sublevan son los que menos sufren y por qué, “aunque comprender es imposible, conocer es necesario”.
Por Primo Levi *
Esconder del pueblo alemán el enorme aparato de los campos de concentración no era posible, y además (desde el punto de vista de los nazis), no era deseable. Crear y mantener en el país una atmósfera de indefinido terror formaba parte de los fines del nazismo: era bueno que el pueblo supiese que oponerse a Hitler era extremadamente peligroso. Efectivamente, cientos de miles de alemanes fueron encerrados en los Lager desde los comienzos del nazismo: comunistas, socialdemócratas, liberales, judíos, protestantes, católicos, el país entero lo sabía, y sabía que en los Lager se sufría y se moría.
No obstante, es cierto que la gran masa de alemanes ignoró siempre los detalles más atroces de lo que más tarde ocurrió en los Lager: el exterminio metódico e industrializado en escala de millones, las cámaras de gas tóxico, los hornos crematorios, el abyecto uso de los cadáveres, todo esto no debía saberse y, de hecho, pocos lo supieron antes de terminada la guerra. Para mantener el secreto, entre otras medidas de precaución, en el lenguaje oficial sólo se usaban eufemismos cautos y cínicos: no se escribía “exterminación” sino “solución final”, no “deportación” sino “traslado”, no “matanza con gas” sino “tratamiento especial”, etcétera. No sin razón, Hitler temía que estas horrorosas noticias, una vez divulgadas, comprometieran la fe ciega que le tributaba el país, como así la moral de las tropas de combate; además, los aliados se habrían enterado y las habrían utilizado como instrumento de propaganda: cosa que, por otra parte, ocurrió, si bien a causa de la enormidad de los horrores de los Lager, descriptos repetidamente por la radio de los aliados, no ganaron el crédito de la gente.
El resumen más convincente de la situación de entonces en Alemania la he hallado en el libro Der SS Staat (El Estado de la SS), de Eugen Kogon, ex prisionero en Buchenwald y luego profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Munich: “¿Qué sabían los alemanes acerca de los campos de concentración? A más del hecho concreto de su existencia, casi nada. Sin embargo, no había un alemán que no supiese de la existencia de los campos. Pocos eran los alemanes que no tenían un pariente o un conocido en un campo, o que al menos no supiesen que tal o cual persona allí había sido enviada. Todos los alemanes eran testigos de la multiforme barbarie antisemita: millones de ellos habían presenciado, con indiferencia o con curiosidad, con desdén o quizá con maligna alegría, el incendio de las sinagogas o la humillación de los judíos y judías obligados a arrodillarse en el fango de la calle. Muchos hombres de negocios tenían relaciones de proveedores con la SS de los Lager, muchos industriales solicitaban mano de obra de trabajadores-esclavos a la SS, y muchos empleados estaban al corriente. No eran pocos los trabajadores que desarrollaban su actividad cerca de los campos de concentración o incluso dentro de los mismos. Profesores universitarios colaboraban con los centros de investigación médica”.
Pese a las varias posibilidades de informarse, la mayor parte de los alemanes no sabía porque no quería saber, o más: porque quería no saber. Es cierto que el terrorismo de Estado es un arma muy fuerte a la que es muy difícil resistir, pero también es cierto que el pueblo alemán, globalmente, ni siquiera intentó resistir. En la Alemania de Hitler se había difundido una singular forma de urbanidad: quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba, quien preguntaba no obtenía respuesta. De esta manera, el ciudadano alemán típico conquistaba y defendía su ignorancia, que le parecía suficiente justificación de su adhesión al nazismo: cerrando la boca, los ojos y las orejas se construía la ilusión de no estar al corriente de nada, y por consiguiente de no ser cómplice de todo lo que ocurría ante su puerta.
Saber, y hacer saber, era un modo (quizá tampoco tan peligroso) de tomar distancia con respecto al nazismo; pienso que el pueblo alemán, globalmente, no ha usado de ello, y de esta deliberada omisión lo considero plenamente culpable.
Perros adiestrados
En algunos Lager hubo efectivamente insurrecciones: en Treblinka, en Sobibor y también en Birkenau, uno de los campos dependientes de Auschwitz. No tuvieron gran peso numérico: como la parecida insurrección del ghetto de Varsovia, fueron más bien ejemplos de extraordinaria fuerza moral. En todos los casos fueron planeadas y dirigidas por prisioneros de alguna manera privilegiados, por lo tanto en condiciones físicas y espirituales mejores que las de los prisioneros comunes. Esto no debe sorprender: sólo a primera vista puede parecer paradójico que se subleve quien menos sufre. También fuera de los Lager, las luchas raramente son lideradas por el subproletariado. Los “harapientos” no se rebelan.
En los campos para prisioneros políticos, o en donde éstos prevalecían, la experiencia conspiradora de éstos demostró ser preciosa, y a menudo se llegó, más que a rebeliones abiertas, a actividades de defensa bastante eficientes. Según el Lager y según las épocas, se logró por ejemplo chantajear o corromper a la SS, frenando así sus poderes indiscriminados; se logró sabotear el trabajo para las industrias de guerra alemanas; se logró organizar evasiones; se logró comunicar por radio con los aliados, dándoles noticias acerca de las horribles condiciones de los campos; se logró mejorar el tratamiento de los enfermos, sustituyendo a los médicos de las SS con médicos prisioneros; se logró “condicionar” las selecciones, mandando a la muerte a espías o traidores y salvando a prisioneros cuya supervivencia tenía, por algún motivo, particular importancia; se logró preparar, incluso militarmente, una resistencia en caso de que, al acercarse el frente, los nazis decidieran (como de hecho a menudo lo hicieron) liquidar totalmente los Lager.
En los campos en los que los judíos eran mayoría, como los de la zona de Auschwitz, una defensa activa o pasiva era particularmente difícil. Aquí los prisioneros, en general, carecían de casi toda experiencia organizativa o militar; provenían de todos los países de Europa, hablaban lenguas diferentes, y por ello no se entendían entre sí: sobre todo, tenían más hambre, estaban más débiles y cansados que los demás, porque sus condiciones de vida eran más duras y porque tenían frecuentemente tras de sí un largo historial de hambre, persecuciones y humillaciones en los ghe-ttos. Por ende, la duración de su estancia en el Lager era trágicamente breve, constituían en definitiva una población fluctuante, continuamente disminuida por la muerte y renovada por las incesantes llegadas de nuevos cargamentos. Es comprensible que en un tejido humano tan deteriorado e inestable no prendiese fácilmente el germen de la rebelión.
Podríamos preguntarnos por qué no se rebelaban los prisioneros no bien bajaban del tren, que esperaban horas (¡a veces días!) antes de entrar a las cámaras de gas. Además de todo lo que he dicho, debo agregar que los alemanes habían perfeccionado, en esta empresa de muerte colectiva, una estrategia diabólicamente astuta y versátil. En la mayor parte de los casos, los recién llegados no sabían qué se les tenía preparado: se los recibía con fría eficiencia pero sin brutalidad, se los invitaba a desnudarse “para la ducha”, a veces se les entregaba una toalla y jabón, y se les prometía un café para después del baño. Las cámaras de gas, en efecto, estaban camufladas como salas de duchas, con tuberías, grifos, vestuarios, perchas, bancos, etcétera. Cuando, por el contrario, un prisionero daba la menor muestra de saber o sospechar su destino inminente, las SS y sus colaboradores actuaban por sorpresa, intervenían con extremada brutalidad, gritando, amenazando, pateando, disparando y azuzando –contra esa gente perpleja y de-sesperada, marinada por cinco o diez días de viajes en vagones sellados– a sus perros adiestrados para despedazar hombres.
Siendo así las cosas, parece absurda y ofensiva la afirmación a veces formulada según la cual los judíos no se rebelaron por cobardía. Nadie se rebelaba. Baste recordar que las cámaras de gas de Ausch-witz fueron puestas a prueba con un grupo de trescientos prisioneros de guerra rusos, jóvenes, con entrenamiento militar, preparados políticamente y sin el freno que representan mujeres y niños; tampoco ellos se rebelaron.
Frente al olvido
Cada uno de nosotros, los sobrevivientes, se comporta de manera distinta, pero se distinguen dos grandes categorías. Pertenecen a la primera categoría los que rehúsan regresar, o incluso hablar del tema; los que querrían olvidar pero no pueden, y viven atormentados por pesadillas; los que, al contrario, han olvidado, han extirpado todo y han vuelto a vivir a partir de cero. He notado que, en general, todos estos individuos fueron a parar al Lager “por desgracia”, es decir sin un compromiso político preciso; para ellos el sufrimiento ha sido una experiencia traumática pero privada de significado y de enseñanza, como una calamidad o una enfermedad: el recuerdo es para ellos algo extraño, un cuerpo doloroso que se inmiscuyó en sus vidas y han tratado (o aún tratan) de eliminarlo.
La segunda categoría, en cambio, está constituida por los ex prisioneros “políticos”, o en todo caso con preparación política, o con una convicción religiosa, o con una fuerte conciencia moral. Para estos sobrevivientes, recordar es un deber: éstos no quieren olvidar, y sobre todo no quieren que el mundo olvide, porque han comprendido que su experiencia tenía sentido y que los Lager no fueron un accidente, un hecho imprevisto de la Historia.
Los Lager nazis han sido la cima, la culminación del fascismo en Europa, su manifestación más monstruosa; pero el fascismo existía antes que Hitler y Mussolini, y ha sobrevivido, abierto o encubierto, a su derrota en la Segunda Guerra Mundial. En todo el mundo, en donde se empieza negando las libertades fundamentales del Hombre y la igualdad entre los hombres, se va hacia el sistema concentracionario, y es éste un camino en el que es difícil detenerse. Conozco muchos ex prisioneros que han comprendido bien la terrible lección implícita en su experiencia, y que cada año vuelven a “su” campo llevando de la mano peregrinajes de jóvenes: yo mismo lo haría de buen grado si el tiempo me lo permitiese y si no supiera que logro el mismo fin escribiendo libros y aceptando comentarlos ante los estudiantes.
Comprender es imposible
Como se sabe, la obra de exterminación fue muy lejos. Los nazis, que a la vez estaban empeñados en una guerra durísima, manifestaron en ello una prisa inexplicable: los cargamentos de víctimas destinadas al gas o a ser trasladadas de los Lager cercanos al frente tenían precedencia sobre los transportes militares. No llegó a su culminación sólo porque Alemania fue derrotada, pero el testamento político de Hitler, dictado pocas horas antes de su suicidio y con los rusos a pocos metros de distancia, concluía así: “Sobre todo, ordeno al gobierno y al pueblo alemán que mantengan plenamente vigentes las leyes raciales y que combatan inexorablemente contra el envenenador de todas las naciones, el judaísmo internacional”.
Se puede afirmar que el antisemitismo es un caso particular de intolerancia; que durante siglos ha tenido un carácter principalmente religioso; que en el tercer Reich fue exacerbado por la explosión nacionalista y militarista del pueblo alemán, y por la peculiar “diferencia” del pueblo judío; que se diseminó fácilmente por toda Alemania y buena parte de Europa, gracias a la eficacia de la propaganda de los fascistas y de los nazis que tenían necesidad de un chivo emisario sobre quien descargar todas las culpas y todos los resentimientos; y que el fenómeno fue llevado a su paroxismo por Hitler, dictador maníaco.
Debo conceder, sin embargo, que estas explicaciones comúnmente aceptadas no me satisfacen: son diminutas, no tienen común medida ni proporción con los hechos que pretenden explicar. Releyendo las crónicas del nazismo, desde sus turbios inicios hasta su fin convulsionado, no logro quitarme de encima la impresión de una atmósfera general de locura descontrolada que me parece ser única en la historia. Esta locura colectiva, este descarrío, suele explicarse postulando la combinación de muchos factores distintos, insuficientes uno a uno. El más importante sería la misma personalidad de Hitler y su profunda interacción con el pueblo alemán. Es verdad que sus obsesiones personales, su capacidad de odiar, su prédica de la violencia, hallaban una resonancia desenfrenada en la frustración del pueblo alemán, y de él le volvían multiplicadas, confirmándole su convicción delirante de ser él mismo quien encarnaba al Héroe de Nietzsche, el Superhombre redentor de Alemania.
Mucho se ha escrito acerca de su odio hacia el pueblo judío. Se ha dicho que Hitler volcaba sobre los judíos su odio hacia todo el género humano; que reconocía en los judíos algunos de sus propios defectos, y que al odiar a los judíos se odiaba a sí mismo; que la violencia de su aversión provenía del temor de tener “sangre judía” en las venas.
Insisto: no me parecen explicaciones adecuadas. No me parece lícito explicar un fenómeno histórico cargando todas las culpas sobre un individuo (¡los ejecutores de órdenes horrendas no son inocentes!), y además siempre es arduo interpretar las motivaciones profundas de un individuo. Las hipótesis propuestas justifican los hechos sólo parcialmente, explican la calidad pero no la cantidad. Debo admitir que prefiero la humildad con que algunos historiadores entre los más serios (Bullock, Schramm, Bracher) confiesan no comprender el antisemitismo furibundo de Hitler y, detrás de él, de Alemania.
Quizá no se pueda comprender todo lo que sucedió, o no se deba comprender, porque comprender casi es justificar. Me explico: “comprender” una proposición o un comportamiento humano significa (incluso etimológicamente) contenerlo, contener al autor, ponerse en su lugar, identificarse con él. Pero ningún hombre normal podrá jamás identificarse con Hitler, Himmler, Goebbels, Eichmann e infinitos otros. Esto nos desorienta y a la vez nos consuela: porque quizá sea deseable que sus palabras (y también, por desgracia, sus obras) no lleguen nunca a resultarnos comprensibles. Son palabras y actos no humanos, o peor: contrahumanos, sin precedentes históricos, difícilmente comparables con los hechos más crueles de la lucha biológica por la existencia. A esta lucha podemos asimilar la guerra: pero Auschwitz nada tiene que ver con la guerra, no es un episodio, no es una forma extremada. La guerra es un hecho terrible desde siempre: podemos execrarlo pero está en nosotros, tiene su racionalidad, lo “comprendemos”.
Pero en el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en nosotros, está fuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del fascismo, pero está fuera y más allá del propio fascismo. No podemos comprenderlo; pero podemos y debemos comprender dónde nace y estar en guardia. Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también.
* Fragmentos del postfacio, escrito en 1976, en Si esto es un hombre (ed. Muchnik; totalmente agotado en Buenos Aires).
21
Ene
10

dia mundial del holocausto (recomendado)

20/1/2010
En el Museo del Holocausto de Buenos Aires
Estudiantes de publicidad reflexionan sobre el Holocausto a través de una muestra
El Museo del Holocausto de Buenos Aires invita a la inauguración de la muestra «Piensen que esto ha sucedido», una selección de trabajos realizados por dieciocho estudiantes de la materia Arte de la Escuela Superior de Creativos Publicitarios, el martes 26/1, 18:30 en Montevideo 919, C.A.B.A.

La muestra se presentará en coincidencia y previo al Día Internacional en Conmemoración de las Víctimas de la Shoá y como homenaje a aquellos que sufrieron el horror del nazismo.
Los estudiantes crearon las piezas gráficas a partir de ver films como «Noche y niebla», de Alain Resnais o fragmentos de «El triunfo de la voluntad», de Leni Riefenstahl. «Esto hizo posible que nos conmoviéramos junto a otros, que intercambiáramos lo que sabemos y lo que ignoramos, y que socializáramos lo que sentimos e incluso lo que nos resulta indiferente», comenta la Prof. Verónica Salgado, a cargo del curso.
Después de esa experiencia, los estudiantes tuvieron la consigna de comunicar el mensaje que propone Primo Levi en la poesía «Si esto es un hombre». De ahí surgió el título de la muestra, «Piensen que esto ha sucedido»•
«Los trabajos de la presente muestra no han sido pensados para ser exhibidos sino fundamentalmente para ser compartidos. Se trata de experiencias estéticas que expresan el deseo y la voluntad de transmitir la Shoá», explica Salgado.
Exponen: Alan Wesley, Candelaria Silva, Darío Lesme, Ezequiel Acuña, Fabio Moriconi, Guadalupe Milán, Florencia Domenichini, Johanna Rambla, Juan Manuel Gaite, Julián Feiman, Karen Cisneros, Lautaro Machaca, Luz Fuentes, Nadia Frankowski, Nicolás Volpe, Ricardo Luque, Sabrina Storni y Wilson Ospina.
Algunos testimonios de los expositores
DARÍO LESME: «La verdad existe, siempre está ahí. Muchas veces cuesta verla, muchas otras nos negamos a hacerlo. Esta caja guarda verdades sobre el Holocausto. Existen dos alternativas: ponernos las gafas y los auriculares y seguir sin ver ni escuchar ?seguir nuestro camino ignorando una verdad que eriza la piel? o tomar el martillo , romper el vidrio, y no olvidar nunca lo que vamos a ver.»
WILSON OSPINA: «Que cada uno tenga una camisa como ésta colgada en su placard, verla y recordar el Holocausto. El ladrido de los perros, la hoz, la procesión mortal. En un hombro, la huella de una mano. Es alguien apoyado en nuestra espalda. Parece que hay un brillo de luz que se filtra. ¿Quién se anima a llevar puesta esta camisa?» (La camisa será expuesta en un perchero de pared junto con otras camisas: blanca, rayada.).
LUZ FUENTES: «La vitalidad de la poesía de Levi para nosotros (tercera generación) queda reforzada con su propia muerte. Pensar que decide quitarse la vida después de haber transmitido la Shoá -a tanta gente, de tantas formas, durante tanto tiempo- nos lleva a reflexionar sobre cómo contenemos al otro, cómo escuchamos, cómo ayudamos a sanar el sufrimiento. Es nuestra responsabilidad ver y escuchar. Nosotros somos los que seguimos contando la historia.»
FLORENCIA DOMENICHINI: «Los versos de Primo Levi merecían ser respondidos. Compartí mi idea con una persona que me recomendó trabajar con las estrofas del trovador cubano Pablo Milanés. Ambas obras contienen la misma esencia: condicionar la identidad y la integridad del ser humano es atentar contra el valor de la vida, que por cierto, tiene igual valor para todos los habitantes de este mundo. Escuché La vida no vale nada hasta descomponerla y poder ilustrarla. Quise que el sentido del tacto y del oído preponderen. Demostrar que este libro duele ?en múltiples sentidos? y deja huella.» (El libro objeto contiene la letra de la canción de Pablo Milanés acompañada con imágenes que refieren a distintas atrocidades contemporáneas del mundo).
Fuente: prensa Museo del Holocausto
(fuente: radio jai)



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